A partir de los tres años, los pequeños y pequeñas se transformarán en unos minis rebeldes que cuestionarán la autoridad y al mundo ¿Estás lista para eso?
De repente, vas a notar en tu hijo/a algunos cambios en su forma de actuar que te van confundir y frustrar. Justo cuando parecía que todo comenzaba a fluir sucede que sus hábitos son más propios de un pequeño joven que de un niño de tres años. Y pasa que la adolescencia siempre se ha caracterizado por ser una época de desobediencia, independencia y toma de decisiones.
Precisamente esas conductas encontrarás reflejadas ahora en tu hijo de tres, cuatro o cinco años.
Pero del mismo modo que pasa con la adolescencia, el error está en ver los cambios que está experimentando tu hijo como algo negativo, cuando sucede que es justo lo contrario: estos son normales y positivos, caracterizan a una sana evolución para crear su propia personalidad y relacionarse con los demás.
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¿Cómo debemos actuar los papás y mamás frente a estos pequeños rebeldes con causa?
A los tres años el pequeño o la pequeña empieza a ser más consciente de su propia individualidad y mientras vaya creciendo va a querer llevar a cabo ver con más fuerza sus deseos, ya que se siente como “una persona independiente”.
Vas a comenzar a sentir que tu hijo no quiere que lo ayudes y tiene la intención de hacerlo todo solo. Además, cuando intentas ayudarlo te recibe con furia e indignación. Puede incluso quitarse la ropa que le pusiste para así escoger la que él quiere. Además quiere elegir su peinado, sus zapatillas o la mochila que le has comprado para el colegio. Se te hará habitual escuchar expresiones como: «¡esto no me gusta!», «tú no, ¡fuera!» o «¡yo sé hacerlo solo!»
Nosotros tenemos la posibilidad de ayudarlo dándole espacio para actuar fomentando así su autonomía frente decisiones diarias (por ejemplo, dándole permiso que escoja su ropa) y acompañándolo desde el respeto.
Por supuesto, van a existir varias cosas que debido a su edad y sus habilidades aún no desarrolladas no logre hacer, pero jamás debemos coartar sus intentos, hacer las cosas por él/ella o darle sermones para demostrarle que es muy chico para hacer esas cosas.
Si fortalecemos su seguridad y autoestima, le daremos herramientas que le permitirán aumentar su independencia y además, podremos ayudarlo cuando él lo pida. Así, crecerá como persona y desarrollará las habilidades esenciales para desenvolverse en la vida.
Probando los límites
Nuestro hijo/a está atravesando una época donde empieza a cuestionarse muchas cosas. Va a querer saber todo, descubrir el mundo y cuestionarlo, y es probable que rechace seguir normas o parámetros si no están bien argumentados. Sus ansias por entender le dan la posibilidad no solo de cuestionar las normas, sino de preguntarse qué es lo que ocurriría si las rompiera.
Como adulto vas a tener la sensación de que tu pequeño te está desafiando o ignorando, pero ten en cuenta que su actuar no es intencional ni lleva implícita una carga de “maldad”, por lo cual es importante que entendamos que lo que está ocurriendo pertenece a este período de su evolución.
Sin embargo, esto no supone que debamos aceptar que el pequeño lleve a cabo todo lo que quiera, saltándose las reglas y los límites, ya que un pequeño que crece sin ellos no es feliz. Los parámetros debemos colocarlos los grandes. Pero mientras el pequeño crece, es requisito hacerle partícipe de estas normas, ya que entendiendo el por qué de las cosas le va a ser más fácil acatarlas.
Vaivén de emociones
Varios padres definen a sus hijos en esta etapa como «una montaña rusa de emociones». De un momento a otro están felices y a los minutos después hacen un drama por algo que, aparentemente para nosotros, no posee ninguna importancia. Es obvio que esto nos aturde y confunde. Y sucede que, en la mayoría de los casos, creemos que estas personitas debería tener la capacidad de razonar, autocontrolarse y hablar. Pero eso no es así. Al contrario, necesitan todo nuestro apoyo para comprender sus emociones, transitar por ellas y gestionarlas de manera saludable. Tampoco tiene las capacidades lingüísticas básicas para conversar acerca de un tema tan complejo como lo son sus emociones.
Para ayudarlo a manejarlas es básico acompañarlo desde el cariño, el respeto y la empatía, tratando de averiguar lo que ha causado su rabia. No hagamos juicios solo con lo que observamos. Cuando estemos al tanto de lo que ocurrió, ayudaremos a nuestro hijo a recomponer el error y a analizar lo que pasó.
¿Tienes un hijo o hija que está pasando por esta etapa de rebeldía temprana? ¿Cómo lo estás manejando?¿Tienes alguna anécdota que nos puedas compartir? Te leemos en los comentarios.