Cuando las emociones se vuelven más intensas, las personas hacemos y decimos cosas que normalmente no diríamos. Cuando somos niños, esto es lo que hacemos todo el tiempo.
La autorregulación de las emociones, un componente importante de este tipo de inteligencia, es la capacidad que tenemos de gestionar nuestra expresión de las emociones. Con la práctica, los niños mejoran su capacidad de equilibrarlas. A los cuatro años, la mayoría de los niños y niñas comienzan a utilizar estrategias para eliminar los estímulos externos que los perturban. Por ejemplo: se cubren los ojos cuando tienen miedo y se tapan los oídos cuando escuchan un ruido fuerte.
Todas estas estrategias son parte del desarrollo de la inteligencia emocional. Esta abarca la conciencia, la comprensión y la capacidad de gestionar nuestras emociones.
La mayoría de las personas se centran solo en el rendimiento académico de los niños, ignorando la gran importancia que tiene el desarrollo de la inteligencia emocional. Este es un enfoque equivocado, dado que las investigaciones señalan que este tipo de inteligencia es un predictor del éxito a futuro, incluso mucho más importante que el coeficiente intelectual.
El autocontrol, una parte de la inteligencia emocional, es esencial para predecir los logros de los niños. Los pequeños (as) que pueden controlar sus impulsos y evitar las distracciones pueden lograr sus objetivos con más facilidad.
Los emociones tienen una finalidad
El primer elemento de la inteligencia emocional es la conciencia y la comprensión de las emociones. Es decir, tenemos que entenderlas y aceptarlas para poder tener un control sobre ellas. Una de las “teorías de las emociones” señala que estas no son un inconveniente, sino más corresponden a una pieza de la evolución humana. Nuestras emociones primarias han evolucionado para servir a distintos fines y motivar determinadas conductas. Por ejemplo: sentir miedo nos hace huir del peligro. Nuestras emociones deben ser respetadas y reflexionadas. También la de nuestros hijos e hijas.
En su reciente declaración de política, la Academia Estadounidense de Pediatría aconsejó a los padres que no usen la tecnología como una forma de calmar las emociones negativas de sus hijos. En concreto, expresaron preocupación por el uso de medios tecnológicos, como un celular por ejemplo, como estrategia para calmarlos, ya que esto podría llevarlos a tener problemas con el respeto de los límites o generar incapacidad para desarrollar su propia regulación de las emociones. Los niños necesitan la experiencia de sentir estas emociones y practicar la tolerancia para desarrollar el autocontrol y la inteligencia emocional.
Cómo puedes ayudar a tu hijo(a) a desarrollar su inteligencia emocional en 5 pasos
- Sé consciente de sus emociones
Los padres y madres debemos ser conscientes de nuestras propias emociones y de las de nuestros hijos. Identifica y acepta tanto las negativas como las positivas. Ambas son válidas y deben ser respetadas.
- Ve las emociones como una oportunidad para conectarse y enseñar.
Las emociones de los niños no son un inconveniente ni un desafío. Son una oportunidad para que te conectes con tu pequeño y le puedas ayudar a manejarlas.
- Escucha y valida sus sentimientos.
Dale a tu hijo toda tu atención mientras escuchas lo que está expresando. Reflexiona sobre lo que te cuenta y dile que comprendes lo que está experimentando.
- Dale un nombre a sus emociones.
Una vez que hayas escuchado lo que tenía que decir, ayúdalo a que sea consciente de ellas y enséñale el uso de las palabras adecuadas para manifestarlas.
- Ayuda a tu hijo a resolver problemas con límites.
Todas las emociones son aceptables pero no todas las conductas para expresarlas lo son. Ayuda a tu hijo(a) a lidiar con sus emociones desarrollando habilidades para resolver problemas. Limita esa expresión a comportamientos apropiados. Esto implica “echarle una mano” para establecer metas y generar soluciones para alcanzarlas.
Puede pasar que tu hija o hijo asimile muy rápido los 5 pasos anteriores, pero en otras ocasiones, entenderlos puede llevarle mucho tiempo. Como en cualquier proceso de crianza, sabemos que ser pacientes es la clave.
Hay muchos libros sobre este tema, pero les recomendamos un clásico orientado a los padres, madres y profesores: “La inteligencia emocional de los niños” de Lawrence E. Shapiro.